lunes, enero 25, 2016

Dengue, Chikungunya... y ahora Zika. ¿Vaso medio lleno o medio vacío?


Sr. Presidente:

Usted es un militar y ha sido formado en el arte de la guerra.

Imagínese que un día Perusalem es invadido por un ejército extranjero. Como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas usted, obviamente, ordena repeler este ataque de manera inmediata y efectiva.

En la sala de situación, pide usted ser informado sobre la gravedad de la situación y el grado de avance. 

La respuesta que recibe del General encargado de las operaciones es la siguiente: 

“Señor presidente (enseñándole un ppt con las estadísticas):


El primer año teníamos 16 departamentos invadidos… hoy tenemos 18.
El primer año tuvimos 10,642 heridos… hoy tenemos 19,740
El primer año solo 1 de cada dos mil habitantes estaba afectado, ahora es más de 1 por mil…
El primer año fallecieron 17 y ahora han muerto 41”






Obviamente usted se molesta y pide explicaciones ante los nada alentadores resultados y su General le dice lo siguiente:

“No se moleste, Sr. Presidente, imagínese usted lo que hubiese pasado si no interveníamos… más territorios hubiesen sido tomados y más gente hubiese sido herida o hubiésemos tenido más muertos que lamentar. De hecho, estos resultados son un éxito”

Acto seguido, y como buscando una explicación el General argumenta: 

“De hecho, hubiésemos tenido más éxito si los jefes de operaciones regionales hubiesen hecho mejor su trabajo. Les enviamos plata, ¡plata adicional a la que ya tenían en su presupuesto!, los asesoramos y aún así muchos no cumplieron a cabalidad nuestras órdenes y recomendaciones o, simplemente, desobedecieron. ¡Si no hemos tenido más éxito es por responsabilidad de ellos!"

El presidente se levanta y, dirigiéndose al General le dice: 

“He recibido información de que el enemigo ahora ataca a las mujeres embarazadas y tiene un arma que afecta severamente al feto…haciendo que éstos nazcan con la cabeza pequeña”

El General, impertérrito, responde:

“Tranquilo Sr. Presidente, tenemos diseñada una estrategia. Estamos informando a todas las mujeres que posterguen su embarazo hasta nuevo aviso!”. 

martes, mayo 27, 2014

sábado, octubre 22, 2011

Todo empezó en esta tierra · ELPAÍS.com

Discurso pronunciado por Leonard Cohen en la entrega de los premios Príncipe de Asturias.
"Todo lo que han encontrado favorable en mi obra viene de esta historia que les acabo de contar. Toda mi obra está inspirada por esta tierra. Así que gracias por celebrarla porque es suya, solo me han permitido poner mi firma al final de la última página."

Lea el discurso completo en:
Todo empezó en esta tierra · ELPAÍS.com

viernes, octubre 21, 2011

How Economic Inequality Is (Literally) Making Us Sick – TIME Healthland

Imagine there was one changeable factor that affected virtually every measure of a country's health— including life expectancy, crime rates, addiction, obesity, infant mortality, stroke, academic achievement, happiness and even overall prosperity. Indeed, this factor actually exists.


It's called economic inequality. A growing body of research suggests that such inequality — more so than income or absolute wealth alone — has a profound influence on a population's health, in every socioeconomic group from rich to middle class to poor.


Read the complete article of
http://healthland.time.com/2011/10/19/how-economic-inequality-is-literally-making-us-sick/#ixzz1bRS59xv2

jueves, octubre 20, 2011

A Vaccine for Malaria — NEJM

It's been a long time coming, and indeed we are still not there yet, but it is becoming increasingly clear that we really do have the first effective vaccine against a parasitic disease in humans. If there are no unforeseen disasters, the RTS,S/AS01 Plasmodium falciparum malaria vaccine should become available in just over 3 years. The World Health Organization (WHO) has already taken the unusual step of indicating that it could recommend this first malaria vaccine for use in some African countries as early as 2015, depending on the full phase 3 trial results that will become available in 2014. Read the article here: A Vaccine for Malaria — NEJM

martes, octubre 04, 2011

TEOCRACIA Y REACCION

TEOCRACIA Y REACCION

El cardenal Cipriani tiene apetitos materiales desmedidos, casi hobbesianos. No sólo quiere imperar en los predios de la Católica sino que también pretende imponer algunas políticas públicas al gobierno y al país. En ambos casos, sin haber sido democráticamente elegido. ¿Cuál es entonces el fundamento de su poder? Mi hipótesis es que Cipriani cultiva una concepción teocrática de la política y desde allí exige la plenitudo potestatis, esto es, la plenitud del poder. Fundamenta sus pretensiones políticas con criterios religiosos. Para él no ha existido la secularización en el campo de la ideas (siglo XIV) ni en el de la historia social (XVII y XVIII). Tampoco ha existido la monarquía absoluta (siglo XVII) que derrotó a las guerras religiosas y a las aristocracias, que separó lo público de lo privado y que colocó en este ámbito a las creencias religiosas.

Cipriani se ha quedado congelado en la historia teocrática del Medioevo que tuvo plena vigencia entre los siglos IX y XV. Ver artículo completo AQUI

lunes, setiembre 26, 2011

El fascista Cipriani - César Hildebrant





El fascista Cipriani

Por: César Hildbrant (Publicado en el diario La Primera el Domingo 08 de Marzo del 2009)



El Cardenal Cipriani debe odiar a la Iglesia Católica. Podría ser hasta un infiltrado en sus filas, un demonio con alas de papier mâché, un íncubo luterano decidido a desprestigiar a Roma.

¿O es que es impresentable sólo porque le da la gana y sin propósitos ulteriores?

Cuando los inocentes eran sospechosos y los sospechosos eran terroristas y los terroristas eran desaparecidos, Cipriani apoyó firmemente, en Ayacucho, los desmanes militares que casi nos cuestan perder la guerra con el maoismo homicida de Sendero.

Jamás defendió a las víctimas del fascismo Fujimorista. Al contrario, alguna vez sostuvo que la Coordinadora Nacional de derechos humanos, una entidad que exponía el pellejo en defensa de los inocentes victimados por la barbarie de ambos lados, era “una cojudez”.

Porque Cipriani no sólo es fascista de convicción y franquista melancólico sino que también es procaz.

Alguna vez lo grabaron dando una charla en la Escuela Militar de Chorrillos y este columnista tuvo el privilegio de propalar parte de esas imágenes en un programa de TV.

Allí, con el lenguaje de un asaltante de caminos y el alma de un abusador de mujeres, habló “a lo macho”. Allí virtió parte de su alma y lo que virtió no le hizo ningún bien a la institución que desde hace dos mil años pretende decirnos que sus pastores son gente mejor que los mortales comunes y corrientes.

Cipriani no sólo no es mejor que cualquiera. Cipriani es peor que cualquier laico con pocos valores.

Porque el laico más imperfecto que uno pueda imaginar no se disfraza de jerarca romano ni pretende señalarnos el camino que conduce al cielo.

Cipriani es fascista probado, es ordinario como un suboficial encervezado, es teatrero como cuando simuló llorar después de lo de la embajada del Japón y es odioso por donde se le mire y desde donde se le oiga porque su único interés es el de contribuir al inmovilismo. Es un discurso de la Confiep con un amén al final.. Es el hombre que el mártir Oscar Arnulfo Romero, obispo salvadoreño asesinado por la derecha en plena misa, no habría siquiera saludado.

Cipriani fue nombrado cardenal por un Papa que coordinaba con la CIA, que recibía en secreto al enviado de Reagan para ver qué se hacía en Varsovia y que combinaba sin remordimientos la misión pastoral y su labor de destruir todo lo de progresista y moderno que en la Iglesia Católica se había levantado desde el Concilio Vaticano II.

Paulo VI fue el iluminado que quiso emparentar, por segunda vez, la Iglesia Católica con los intereses de los que más sufren. Porque Paulo VI entendió que el sufrimiento social es evitable y que es el orden mundial, podrido desde la raíz, el que lo convierte en endémico.

Paulo VI quería regresar a los orígenes de una Iglesia que, antes de ser Roma, fue fe y pobreza, ejemplo y humildad. Estuvo a punto de lograrlo hasta que llegaron las hordas de la restauración con el Opus Dei a la cabeza y los sodálites en la infantería.

Esas hordas han restablecido el orden que terminará matando a la iglesia de Roma. El orden del Sacro Imperio. El orden inamovible de los ricos que mandan y los pobres que deben esperar vivir mejor en el cielo. “Allí tomaréis sopa, hermanos míos”, decía Neruda.

Y de esas hordas pasatistas y de ese orden que olvidó a San Francisco y recuperó el sentido del imperio nació la espantosa nominación del Cardenal Cipriani, siniestra expresión del Opus Dei y consejero espiritual de Fujimori.

Y ayer este señor, que quiere pasar por comentarista desinteresado, ha dicho que el Museo de la memoria no debe levantarse porque “no contribuye a la reconciliación del país”.

Bueno, el Museo de la Inquisición, donde Cipriani debería figurar en cera y con el disfraz de prelado que tanto le gusta, tampoco es que fomente la reconciliación entre la Iglesia y sus víctimas.

Y, sin embargo, el Museo de la Inquisición existe porque resume un capítulo de la historia.

Aparte de adular a Alan García y de censurar a quienes enfrentan las provocaciones de Chile -recordándonos la peor diplomacia de Roma frente a los poderes fácticos-, Cipriani se ha permitido decirle a los propulsores del Museo de la memoria -es decir, al gobierno alemán de la conservadora Ángela Merkel- que “no se debe permitir injerencias extranjeras”.

¡Y lo dice este funcionario de una Iglesia con sede en Roma, con casa matriz en el Estado del Vaticano y con nuncios embajadores acogidos al estatuto de la extraterritorialidad!

Es hora de decirle a Cipriani cuán inaceptable resulta como personaje espiritual. Es hora de recordarle que si la Iglesia Católica sufre de anemia sacerdotal y crisis de feligresía es por gente como él. Es hora de decirle, en suma, que la maldición de los hipócritas es que no pueden ocultar su hipocresía.

Ya he dicho que me duele ser agnóstico. Pero cuando escucho a Cipriani decir cosas como la de ayer me reafirmo en mi catedral de dudas. Bueno, dudas relativas. No tengo la menor duda, por ejemplo, de que Cipriani no representa a Dios -como quiera que se pueda entender esta definición-.

domingo, setiembre 25, 2011

El Estado palestino · ELPAÍS.com

El Estado palestino · ELPAÍS.com:

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El reconocimiento por la ONU es un acto de justicia con un pueblo cautivo. Se precisa una presión internacional para que los dirigentes israelíes salgan de su encastillamiento prepotente.
MARIO VARGAS LLOSA 25/09/2011
Cuál debería ser la posición de un amigo de Israel ante al pedido del presidente Mahmud Abbas de que la ONU reconozca a Palestina como un Estado de pleno derecho? Convendría antes definir qué entiendo por "amigo de Israel", ya que en esta definición caben actitudes distintas y contradictorias. A mi juicio, es amigo de Israel quien, reconociendo el derecho a la existencia de ese país -admirable por tantas razones- obra, en la medida de sus posibilidades, para que ese derecho sea reconocido por sus vecinos árabes e Israel, garantizado su presente y su futuro y pueda vivir en paz y armonía dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas.

En la actualidad, Israel se halla lejos de alcanzar semejante estabilidad y seguridad. Es verdad que vive un notable progreso económico, gracias a su desarrollo tecnológico y científico tan bien aprovechado por la industria, y que su poderío militar supera con creces el de sus vecinos. Pero tanto en el interior como en el exterior la sociedad israelí experimenta una crisis profunda, como se vio hace poco en sus principales ciudades con las formidables demostraciones de sus indignados, que manifestaban su hartazgo con los sacrificios y limitaciones de todo orden que impone a la sociedad civil el estado crónico de guerra larvada en que se eterniza su existencia y el deterioro de su imagen internacional que, probablemente, nunca se ha visto tan dañada como en nuestros días. El antisemitismo no explica este desprestigio como quisieran algunos extremistas, que divisan detrás de toda crítica a la política del Gobierno de Benjamín Netanyahu el prejuicio racista. Este no ha desaparecido, por supuesto, porque forma parte de la estupidez humana -el odio hacia el otro que se encarniza contra el negro, el árabe, el amarillo, el gitano, el indio, el cholo, el homosexual, etcétera-, pero la realidad es que, en nuestros días, Israel ha perdido aquella superioridad moral que la opinión pública del mundo entero le reconocía, cuando la imposibilidad de un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes parecía sobre todo culpa de aquellos, por su intolerancia a reconocer el derecho de Israel a la existencia y su justificación del terrorismo. Ahora, la impresión reinante y justificada es que aquella intolerancia ha cambiado de campo y el obstáculo mayor para que se reanuden las negociaciones de paz con los palestinos es el propio Gobierno de Netanyahu y su descarado apoyo político, militar y económico al movimiento de los colonos que sigue extendiéndose por Cisjordania y Jerusalén oriental y encogiendo como una piel de zapa el que sería territorio del futuro Estado palestino.

El avance y multiplicación de los asentamientos de colonos en territorio palestino, tanto en Cisjordania como en Jerusalén Oriental, que no ha cesado en momento alguno -ni siquiera durante el período de cuarentena que dijo imponer el Gobierno-, hace que sean muy poco convincentes las declaraciones de los actuales dirigentes israelíes de que están dispuestos a aceptar una solución negociada del conflicto. ¿Cómo puede haber una negociación seria y equitativa al mismo tiempo que los colonos, armados hasta los dientes y protegidos por el Ejército, prosiguen imperturbables su conquista del Gran Israel?

En el último viaje del primer ministro israelí a Washington, Netanyahu se permitió desairar al presidente Obama, mandatario del país que ha sido el mejor aliado y defensor de Israel, al que subsidia anualmente con más de tres billones de dólares, porque Obama propuso que se reabrieran las negociaciones de paz bajo el principio de los dos Estados, en el que el palestino tendría las fronteras anteriores a la guerra de 1967, propuesta sensata, convalidada por la ONU y la opinión internacional, a la que en principio ambas partes se habían declarado dispuestas a aceptar como punto de partida de una negociación. El desaire de Netanyahu contó con el apoyo de un sector del Congreso estadounidense y de las corrientes más extremistas del lobby judío norteamericano, pero las encuestas mostraron de manera inequívoca que aquella actitud prepotente debilitó aún más la solidaridad con Israel de una parte importante de la opinión pública de los Estados Unidos, donde la primavera árabe ha sido recibida con simpatía, como un proceso democratizador en la región que debería, a la corta o a la larga, traer a Israel más beneficios que perjuicios.

Creo que a mediano o largo plazo el numantismo -convertir a Israel en un fortín militar inexpugnable, capaz de pulverizar en caso de amenaza a todo su entorno- y la sistemática destrucción de la sociedad palestina, desarticulándola, cuadriculándola con muros, barreras, inspecciones, expropiaciones y reduciendo cada vez más su espacio vital mediante el avance de las colonias de extremistas fanáticos empeñados en resucitar el Israel bíblico, son políticas suicidas, que ponen en peligro la supervivencia de Israel. Por lo pronto, esas políticas solo han servido para multiplicar la tensión y crear un clima en el que en cualquier momento podría estallar una nueva Intifada. Y, por supuesto, un nuevo conflicto bélico en una región donde, demás está decirlo, la causa palestina tiene un respaldo unánime. Por otro lado, una de las consecuencias más lamentables de estas políticas es que lo mejor que tenía Israel para mostrar al mundo -su sistema democrático- ha perdido su carácter modélico, al ser poco menos que expropiado por coaliciones de ultranacionalistas que, como las que sostuvieron a Sharon y sostienen ahora a Netanyahu, han ido introduciendo reformas y exclusiones que limitan y discriminan cada vez más la libertad y los derechos de los árabes israelíes (casi un millón de personas), convertidos hoy en día en ciudadanos de segunda clase.

Creo que desde el gran fracaso de las negociaciones de Camp David y Taba del año 2000-2001, auspiciadas por el presidente Clinton, en las que Arafat cometió la insensatez de negarse a aceptar una propuesta en la que Israel reconocía el 95% de los territorios de la orilla occidental del Jordán y la franja de Gaza y que los palestinos participaran en la administración y gobierno de Jerusalén Oriental, la sociedad israelí ha tenido un proceso de radicalización derechista. El campo de los partidarios de la moderación, la negociación y la paz se ha reducido hasta la inoperancia política. Ese campo fue muy fuerte e influyente y gracias a él fueron posibles los acuerdos de Oslo, que tantas esperanzas despertaron. Eso, en nuestros días, ha quedado tan atrás que, pese a haber pasado tan pocos años, parece la prehistoria.

Y, sin embargo, pese a todo, creo que hay que volver a ese camino, pues, si se persevera en el actual, no habrá solución alguna sino más guerra, violencia, sufrimiento, en Palestina, Israel y todo el Oriente Próximo. Para ello, es indispensable una presión internacional que induzca a los dirigentes israelíes a salir de su encastillamiento prepotente y los convenza de que la única solución real saldrá no de la fuerza militar sino de una negociación seria, con concesiones recíprocas.

El reconocimiento del Estado palestino por las Naciones Unidas es un acto de justicia con un pueblo cautivo en su propio país que vive una servidumbre colonial intolerable en el siglo XXI. Reconocer este hecho no implica justificar a las organizaciones terroristas ni a los fanáticos de Hamás que se niegan a reconocer el derecho a la existencia de Israel, sino enviar un mensaje de aliento a la gran mayoría de los palestinos que rechazan la violencia y aspiran solo a trabajar y vivir en paz, como los indignados israelíes. Aunque representan ahora solo una minoría, muchos ciudadanos de Israel están lejos de solidarizarse con las políticas extremistas de su Gobierno y luchan por la causa de la paz. Los verdaderos amigos de Israel debemos aliarnos con ellos, en su difícil resistencia, porque son ellos quienes advierten con lucidez y realismo que las políticas belicistas, intolerantes, represivas y de apoyo a la expansión de los asentamientos de Benjamin Netanyahu tendrán consecuencias catastróficas para el futuro de Israel.

La primavera árabe crea un contexto histórico y social que debería servir para facilitar una solución negociada bajo el principio de los dos Estados que ambas partes, en principio, dicen aceptar. Pero hay que poner en marcha esa negociación cuanto antes, para evitar que los extremistas de ambos bandos precipiten hechos de violencia que la posterguen una vez más. Podría no haber otra oportunidad.