Querido Joaquín:
Hoy, el cielo limeño aplasta más que otras veces y parece más gris que de costumbre.
Hoy, incluso, ni tu maravillosa sonrisa puede aplacar la insondable tristeza, el inmenso dolor, la furia y la impotencia que me producen el abuso despiadado y cobarde del poderoso, la insensible respuesta de la burocracia global, la frialdad occidental de nuestros accionar políticamente correcto, la insanía brutal de nuestros fundamentalismos, la rutina de "nuestras guerras inteligentes", el engrosamiento de nuestros callos de indiferencia, la atrofia de nuestros sentidos frente a la podredumbre y la fetidez del alma humana
Hijo, seguramente algún día me preguntarás "¿y dónde está Dios?". Hoy, como ayer y mañana, te responderé lo mismo... no lo sé. Hoy solo conozco a los dioses del averno... sí, aquellos que montados en sus caballos de destrucción y muerte, cual jinetes del Apocalipsis, ávidos de venganza y sedientos de sangre, masacraron, en una carnicería brutal e inmisericorde la vida de los inocentes niños y niñas de Qana en el Líbano, como ayer en Sabra y Chatila en Palestina o mucho antes en Auschvitz, Polonia.
Hoy quisiera refugiarme en tu sonrisa y pretender que nada pasa, pero no puedo.