(Publicado el 25 de julio en el muy recomendable blog Escepticemia de Gonzalo Casino en www.jano.es)
Hay una nueva epide
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Los códigos Z son una etiqueta creada en las principales clasificaciones de enfermedades para catalogar problemas de salud que no son propiamente enfermedades. Así, la International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems de la OMS, en su décima revisión (ICD-10), reserva los códigos Z para los “factores que influyen en la salud y contactos con los servicios de salud”. Aquí se incluyen personas con diferentes circunstancias psicosociales, económicas o personales que potencialmente afectan a su salud. Por su parte, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders de la American Psychiatric Association, el manual de referencia para los trastornos mentales en medio mundo, en su edición de 1994 (DSM-IV), la última hasta ahora, reservaba los códigos Z para diversas situaciones que no son propiamente trastornos mentales, sino problemas paternofialiales (Z63.8), problemas espirituales (Z71.8), comportamientos antisociales (Z72.8) y otros. Estos códigos Z empezaron a definirse en la década de 1990, cuando quizá no se podía sospechar que esta etiqueta iba a convertirse en un gigantesco cajón de sastre de las inquietudes de la vida, de las quejas de los insatisfechos, de los malestares de la sociedad del bienestar, de las dolencias del espíritu.
Pero si los códigos Z no son enfermos, ¿qué son entonces? La frontera donde acaba la normalidad y empieza la enfermedad mental es difusa. Este es sin duda uno de los caballos de batalla de la psiquiatría, especialmente desde la irrupción de la antipsiquiatría y la drástica negación de la enfermedad mental. El DSM ha esquivado este escollo refiriéndose a trastornos en vez de a enfermedades, pero el problema sigue latente. Las dificultades, las penas y los contratiempos no son enfermedades o trastornos, son simplemente vicisitudes de la vida, a las que es más fácil hacerles frente con ayuda de la familia y los amigos, e incluso de los consultores filosóficos. El problema es que vivimos tan condicionados por la idea vigente de salud y en una sociedad tan medicalizada que todos somos o podemos ser en algún momento un código Z.
Pero si los códigos Z no son enfermos, ¿qué son entonces? La frontera donde acaba la normalidad y empieza la enfermedad mental es difusa. Este es sin duda uno de los caballos de batalla de la psiquiatría, especialmente desde la irrupción de la antipsiquiatría y la drástica negación de la enfermedad mental. El DSM ha esquivado este escollo refiriéndose a trastornos en vez de a enfermedades, pero el problema sigue latente. Las dificultades, las penas y los contratiempos no son enfermedades o trastornos, son simplemente vicisitudes de la vida, a las que es más fácil hacerles frente con ayuda de la familia y los amigos, e incluso de los consultores filosóficos. El problema es que vivimos tan condicionados por la idea vigente de salud y en una sociedad tan medicalizada que todos somos o podemos ser en algún momento un código Z.
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